Ayer tuve el honor de asistir, como presidenta de la DOP Calatayud, a la XLI Feria del Jamón de Teruel y Alimentos de Calidad. Una cita con más de cuatro décadas de historia que demuestra cómo los productos aragoneses con sello de calidad han sabido mantener la tradición y, al mismo tiempo, reinventarse para seguir conquistando paladares.
La feria convierte a Teruel en un punto de encuentro entre productores, instituciones y consumidores. Durante unos días, la ciudad late alrededor del jamón y de los alimentos que mejor representan nuestra tierra, siendo un escaparate de esfuerzo, autenticidad y compromiso con el territorio.
El momento más esperado fue, sin duda, la entrega de premios del Concurso de Calidad del Jamón de Teruel. Una ceremonia cargada de emoción, donde se reconoció el trabajo y la constancia de quienes hacen posible que este producto sea símbolo de excelencia. Este año, el Jamón de Oro fue para Soincar (marca Arcoíris), la Plata recayó en Airesano Food, y el Bronce en Sierra de Mora. En la categoría de paletas, el máximo galardón lo recibió Jamones Peñarroya. Todos ellos representan la dedicación de un sector que vive pegado a la tierra y que proyecta su buen hacer mucho más allá de Aragón.
Como presidenta de la DOP Calatayud, fue un verdadero orgullo estar presente en este acto y acompañar a compañeros que, aunque de sectores distintos, compartimos una misma filosofía: la de poner en valor el origen, la autenticidad y el compromiso con nuestra tierra. El Jamón de Teruel y la Garnacha de Calatayud son, cada uno a su manera, embajadores de Aragón en el mundo, y juntos reflejamos la fuerza de un territorio que sabe transformar su tradición en excelencia.
La jornada fue también un recordatorio de la importancia de seguir defendiendo nuestras figuras de calidad diferenciada, que no son solo un sello, sino la garantía de que detrás de cada producto hay familias, historias y un trabajo constante que merece ser reconocido.
En lo personal, me llevo la satisfacción de haber compartido un día en el que Aragón volvió a demostrar que, cuando hablamos de alimentos con denominación de origen o con sello de calidad, hablamos de identidad, de territorio y de la unión entre tradición y modernidad.
Estoy convencida de que la clave está en seguir sumando esfuerzos. Cada feria, cada reconocimiento y cada encuentro es también una oportunidad para tejer lazos, intercambiar experiencias y proyectar hacia fuera lo mejor de lo nuestro. Y ayer en Teruel se respiraba precisamente eso: orgullo, compromiso y esperanza en un futuro lleno de oportunidades para todo el sector agroalimentario aragonés.