¿Un vino está «verde»? Qué significa y por qué importa

En el mundo del vino, existen muchas expresiones que pueden parecer crípticas a quienes se acercan a él sin una formación técnica. Una de esas frases es: “Este vino está verde”. Pero, ¿qué quiere decir realmente? ¿Se refiere al color? ¿Es algo negativo? Vamos a desentrañar esta expresión que, aunque común entre profesionales y aficionados, a veces puede llevar a confusión.

No es cuestión de color

Cuando alguien dice que un vino está verde, no se está refiriendo a su tonalidad literal (aunque el vino blanco puede tener reflejos verdosos cuando es joven), sino a una sensación que se percibe principalmente en boca y que tiene que ver con la madurez, tanto de la uva como del propio vino.

Un vino verde suele tener una acidez elevada, taninos agresivos (en el caso de los tintos) y, en ocasiones, notas vegetales crudas, como de pimiento verde, tallos o hierba recién cortada. Todo esto nos sugiere que la uva con la que se elaboró quizá fue vendimiada antes de alcanzar su punto óptimo de madurez. O, en otros casos, que el vino todavía necesita tiempo para afinarse y redondearse.

Verde = Joven… ¿o inmaduro?

Hay que distinguir entre un vino joven y un vino verde. Un vino joven puede estar perfectamente equilibrado y ser muy placentero, pensado para ser consumido poco tiempo después de su elaboración. En cambio, cuando hablamos de un vino verde, nos referimos a un desequilibrio: como si todos los elementos del vino aún no hubieran encontrado su sitio. En los tintos, se nota en unos taninos secantes, duros, que raspan. En los blancos, esa sensación puede venir dada por una acidez punzante y una falta de cuerpo.

Esta “inmadurez” no siempre es definitiva. Hay vinos que están verdes en su juventud pero que, con el tiempo, se transforman, ganan armonía y complejidad. Por eso, el contexto importa: lo que puede considerarse una falta hoy, puede convertirse en virtud mañana.

Cuando lo «verde» es deseado

Curiosamente, hay casos en los que lo verde forma parte del estilo. El ejemplo más claro es el del Vinho Verde portugués, una categoría de vinos frescos, con bajo grado alcohólico y cierto nervio, que se elaboran así de forma deliberada. Aquí, lo «verde» no tiene connotación negativa, sino que representa juventud, frescura y vivacidad.

También hay variedades de uva, como la Sauvignon Blanc, que expresan de forma natural notas vegetales y verdes, y eso forma parte de su identidad.

¿Cómo saber si un vino está verde?

Es algo que se percibe al probarlo, pero hay pistas. Si sientes que el vino «rasca», que hay algo que te hace fruncir la cara por su acidez o su astringencia, si te deja una sensación cruda o sin armonía, es posible que esté verde. A veces, basta con dejarlo airear o esperar un poco para que mejore. Otras, simplemente necesitaba más tiempo de reposo antes de llegar a tu copa.

En resumen

Decir que un vino está verde es hablar de una falta de madurez, ya sea en la uva, en el vino, o en ambos. No implica que sea un mal vino, pero sí que está en una fase donde aún no ofrece todo su potencial. Como siempre en el mundo del vino, el contexto, la intención del elaborador y el gusto personal juegan un papel clave.

La próxima vez que escuches esa expresión, ya sabrás que va mucho más allá del color. Y, quizás, te anime a dejar reposar una botella unas semanas más… o a disfrutarla tal como es, con todas sus aristas.

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